Aunque no lo creas, yo era alguien con miedo, el que menos podía, el que todo temía, siempre fui el más pequeño, puede que como tú, yo me sentía el que menos, el débil, frágil, cobarde, el que no pedía nadie cuando echaban a dedos. Con el paso de los años, me he dado cuenta que ser cobarde no es eso, pues los valientes crecemos y fuimos cobarde solo para ellos. Un hombre fuerte que ha tenido ese poder toda su vida, puede perder el respeto a esa fuerza, pero un hombre débil aprecia el valor de esa fortaleza y conoce la compasión. Lo mismo ocurre con el amor. Una persona atractiva, fuerte o de buen ver, habrá conocido en muchas ocasiones ese sentimiento, sin embargo, con el paso de los años, se convierte en un simple juego para ellos, algunos de flor en flor, y otras de capullo en capullo, pero una persona débil, en cuanto a ese sentimiento, espera con ansia su llegada, y conoce el verdadero secreto del amor, pensar con el alma y hablar con el corazón. No nos debemos precipitar, pues las prisas nunca fueron buenas, y aquí quien no corre, vuela. Vale la pena caminar por el sendero de la vida, disfrutar los pedacitos que esta nos regala, y aunque a veces el dolor se más grande que la alegría, deben ganar las ganas de vivir, dejando asi que el destino siga su propio cauce. Tenemos media vida por delante para encontrar nuestra melodía, y aunque la vida dure un rato, y ese rato sea el que tenemos para ser feliz y para pasar el resto de nuestros días con esa persona que nos llena, vale la pena esperar, pues ser sensible es el arma que da la verdad aunque duela por dentro, y una persona que nunca ha estado enamorada, puede llegar a sentir con el alma. Yo simplemente lo digo por esperiencia propia.