El se ha conectado. Abres su ventana de conversación, sonríes al ver su foto de perfil en pequeñito al lado de la barra de tareas. La abres, y la minimizas. No la quitas del todo, la dejas ahí, a la espera de ver ese circulo verde con un 1 al lado, señal de que esa persona te ha hablado. Esperas. Cambias tu estado, tu tablón lo actualizas, le das a inicio cada 2 minutos, te pones a mirar fotos, te unes a páginas y empiezas a etiquetarte en fotos, simplemente para que, cuando el le de a inicio, te vea, vea que estás conectada. Tus visitas suben como la espuma, está claro que estás el primero. Continúas con estos cambios, abandonando a los demás que sí que tienen tiempo para hablarte. Cierras su ventana, indignada. Pero bajas la lista del chat hasta su nombre, observando si sigue ahí. Hasta que no puedes más y la vuelves a abrir, a la espera de si eso consigue algo. Nada. Los demás siguen hablando, impacientes. No respondes, no tienes ganas. Sólo lo esperas a el.
Son la 2 de la mañana, estás cansada, mañana madrugas, pero no te vas, porque el sigue conectado, y aún tienes la esperanza de que te hable. Entonces se te ocurre la estúpida idea de que quizás se lo ha dejado encendido y en realidad no está. Esa idea te acompaña el cuarto de hora siguiente, con 4 estados, 10 tablones, 20 páginas y 8 comentarios nuevos. Esa idea es lo único que te mantiene despierto.
Le das a actualizar la página, el aparece el primero. Ha cambiado el estado. Le ha comentado una chica. El ha respondido. Está. Está, hablando con otra. Está, pero no conmigo. Entonces cambias radicalmente de pensamiento.
-Desconectate, desconectate, desconectate... si no vas a hablar conmigo, tampoco con ella.
Y deseas con todas tus fuerzas que se vaya, para que paren de hablar. Y cierras su ventana con la esperanza de que al dia siguiente te hablará, pero sigue la lista bajada en su nombre. El número de conectados baja. Miras. Se ha ido. Se ha ido el. Y de repente, te arrepientes de no haberle hablado
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