¿Que quieres amargarte, dices?
Sí, sí, te doy la razón. En algunos momentos no te apetece otra cosa.
Tan sólo encerrarte en tu cuarto. Puertas, ventanas, internet, todo cerrado. Pensar en lo peor y llorar hasta que te escuezan los ojos. Creer y formar tus propias conclusiones. Imaginarte que tus problemas solo te pasan a ti. Que eres la persona más gafe del mundo. Que quieres quedarte ahí, en la esquinita más escondida de tu cuarto. Y que nadie te encuentre ni te busque, por favor.
Que tú no te mereces ésto. No, no, tú no. Te preguntas donde está el porqué y no lo encuentras. Que quien ha sido esa malvada persona que te lo ha deseado, te ha deseado el peor de los males, lo que menos deseabas. Aquello por lo que luchabas que no pasara, y pasó.
Y tienes ganas de hacerte la confundida. De que no entiendes nada, que tal vez así sea mejor, pero no, no lo es. Ni por asomo.
Hacer como si nada podría ser mejor, ojalá.
Sí amigos. Ésta es una de esas veces. ¿Predecible, no?
Que sí, que ahora quiero encerrarme en mi cuarto, con todo cerrado. Que quiero llorar hasta no poder ni un poquito más. Que quiero pensarme lo peor, por si acaso luego no es tan malo. Que pienso y afirmo que no hay nadie más gafe que yo. Que me quedo allí, en la esquina más alejada de mi cuarto, en la que no te ven, y a quien se le ocurra buscarme, que se le ocurra. Y sí, creo de verdad que no me merezco esto, llámalo victimismo si quieres. También que me gustaría encontrar a la persona que me quiso ver mal, que se le ha cumplido. Y que deseé que ésto no ocurriera, y que ocurrió. Que me hago la confundida, que no lo sé, y que no lo soy. Que aparento estar bien, cuando no lo estoy.
Que esta es una de esas veces, ¿o no?